Adrián había terminado el trabajo antes que Alan. Mientras lo veía terminar vacilaba con que estaba escribiendo cuando no era así, ni siquiera estaba sujetando un lápiz con punta pero cuando Alan terminó hizo un ademán de que él había terminado un poco después, fingiendo un enfado al no haberle ganado en hacer la tarea.
-¡Me ganaste Alan! - Mintió Adrián intentando sonar convincente.
-Por poco y tú me ganas... - Sonrió de nuevo. Esas sonrisas empezaban a fastidiar a Adrián pero a la par se iba acostumbrando. - Pero yo gané. - Lo dijo en tono burlesco.
-Jajaja, bueno, ¿ya quieres comer o nos esperamos un ratito más? - Dijo cuando percató el aroma de la carne proveniente de la cocina; su madre había terminado las hamburguesas y, al parecer sólo faltaba cortar las rebanadas de jitomate.
-¡Niños, ya están listas las hamburguesas!
-¡Ya vamos mamá!
Comieron un par de hamburguesas cada quien, la madre, el invitado y en hijo. Cuando terminaron de comer la madre compró los boletos para una película de moda, era una sobre el maltrato en el noviazgo, no era muy buena película según las críticas profesionales pero era del agrado de todos lo que la veían, en especial, las personas amantes de las modas como Adrián y Alan.
Compraron un combo de pareja en la dulcería del cine y entraron a la sala. Los boletos de la película los habían comprado para sala 3D, lo cual no tenían planeado pero así fue mejor. Durante la película no hablaron pero de vez en cuando, Alan le dirigía miradas a Adrián. La madre fue la que más estaba impresionada con las escenas fuertes de la película, para ella era muy irreal ver cómo un hombre era capaz de golpearle a su propia novia hasta dejarla sangrando en el suelo, Alan y Adrián, por otra parte, estaban maravillados por esas escenas al punto que se les erizaron los vellos de los brazos y, sin darse cuenta, una lágrimas rodaron por sus ojos cuando llegaba el final de la película.
Las palomitas ya se habían terminado y los refrescos aún se encontraban a la mitad de su capacidad, esto por la emoción de la película que no daba tiempo a beber por la pajilla del vaso. Alan miró a Adrián y él le devolvió la mirada. Sus ojos se encontraron tras la capa oscura de los lentes 3D. Esta vez sonrieron los dos. Se quedaron así durante unos eternos cinco segundos llenos de... Una sensación extraña.
El final de la película fue inesperado incluso para una película de ese tipo. Los tres salieron del cine con lágrimas en los ojos y no dijeron ninguna palabra hasta la mitad del camino de regreso a casa. Adrián estaba bebiendo de su refresco y Alan estaba mirando por la ventana.
-¿Ahora a dónde quieren ir? - Preguntó la madre rompiendo el silencio.
-A mi me gustaría ir por un helado al parque. - Dijo Alan.
-¿Y por qué al parque?
-Porque tengo ganas de ir al parque.
-Bueno, no sé por qué quieres ir al parque pero iremos si quieres. - Adrián notó algo de enojo en el semblante de Alan, como si algo importante hubiera pasado en aquel dichoso parque.
Llegaron al parque en una fracción de hora, no tardaron ni quince minutos en llegar. El parque era exactamente como lo recordaba Alan sólo que ahora los árboles eran más grandes y las bancas más despintadas de lo que recordaba. Los senderos entre los pastos, los mismos botes de basura clasificados por: Cartón y papel, latas y aluminio, PET y, botellas de cristal. La misma verja cubriendo las zonas protegidas del lugar, donde se solían exhibir monumentos o se cultivaban flores de temporada para la decoración. Todo igual.
Alan solamente se preocupó por encontrar la banca donde él y su mejor amigo se habían conocido sin hacerle caso a nada más, la madre tuvo que apresurar el paso para alcanzarlos en su acelerada marcha, Alan como el guía, Adrián y su madre como ovejas, siguiéndole. Llegó a la banca, la diferenció de las otras gracias a que un día, le rayado en una esquina "Aquí estuvo Alan". Se sentaron los tres. La misma señora de hace años con el mismo carito de helados pasó por el sendero de piedras frente a ellos. Compraron un helado y se sentaron. Después de platicar los tres sobre la escuela y sobre anécdotas se fueron de regresaron a casa.
Alan miraba de vez en cuando a Adrián, aunque estaba por el momento más interesado en mirar el paisaje urbano a través de la ventana. Media hora después de que llegaran, el teléfono comenzó a timbrar, era la madre de Alan.
-¿Bueno?
-¿Mamá?
-Sí, este... Te puedes quedar a dormir con Adrián si quieres, me acabo de dar cuenta de que hoy es viernes, ¿quieres quedarte a dormir?
-¡Sí!
-Ok, si quieres te puedo dejar tu pijama para que duermas a gusto.
-No, así está bien.
-Ok, te cuidas.
-Tú también.
-¿Qué te dijo? - Dijo Adrián quien estaba esperando a que terminara la llamada.
-Que me puedo quedar a dormir aquí... ¡Demonios!
-¿Qué?
-Que no le pedí permiso a tu mamá para quedarme aquí.
-No te preocupes, ella ya lo sabe.
-¿Cómo sabes?
-Hace rato le hablaron a mi mamá.
-¿Entonces para qué me preguntas que qué me dijo si ya lo sabías?
-Sólo para confirmar, entonces... ¿Jugamos videojuegos?
-Ok.
Durante las partidas seguían platicando sobre otras cosas no referentes al juego, como si jugar estuviera en segundo plano y la conversación fuera lo único importante. Sentados por separado en dos sillones individuales mirando a la pantalla.
-¿Alguna vez te has enamorado de alguien?
-Sí... Supongo...
-¿Y cómo es ella?
-¿Ella...?
-Sí, ella.
-Pues... -Miró de reojo a Adrián.
-Ya te dije cómo hacerlo, dime quien se ella.
-No es nadie, nunca me he enamorado,
-Bueno. Yo sólo me he enamorado un par de veces, unas veinticinco veces creo.
-Pocas. - Dijo secamente.
-Lo sé... Es que yo sólo suelo enamorarme de personas que realmente valen la pena, pero, a veces me gustaría andar con algunas amigas que tengo.
-¿Y para ti quién vale la pena?
-Principalmente deben de ser guapas.
-¿Sólo eso?
-Ajá... ¡Ah!
-¿Qué pasó?
-¡Me mataron!
Dejaron de jugar cuando llegó el momento de la cena. Después de cenar, se acostaron en el cuarto de invitados que, para su suerte, contaba con dos camas individuales con una distancia considerable para seguir contándose historias. En la otra habitación se encontraban los padres de Adrián. El padre había llegado ese día más cansado de lo normal así que no se molestó en darle las buenas noches a su hijo menor, simplemente se acostó y quedó como oso en invierno.
Alan fue el último que se quedó dormido. Contemplo el rostro de Adrián por última vez antes de apagar las luces e irse a dormir. - Tan lindo que se ve cuando duerme... - Pensó, mientras suspiraba.
Por último le dio las buenas noches sin despertarlo con un beso en la mejilla y susurrando dijo: - Buenas noches, Adrián.
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