El lunes, Adrián despertó con una nueva idea en su  cabeza: Intentar se más sociable y no sólo hablarle a Alan, sino que también a algunas amigas que, había dejado en el olvido.
La clase de tutoría ética y social comenzó y entregaron todos el trabajo, la maestra se alegró, pues no se solía dar situaciones en que todos cumplieran con la tarea, pero ese día fue la excepción. Durante la clase, la maestra se dedicó a leer algunas de las anécdotas que escogía al azar, entre ellas la de Alan. Cuando la maestra llegó al final de la historia, Adrián entendió el por qué se había enojado Alan cuando fueron al parque, que más motivo se requiere si ese fue el lugar donde se conocieron y él se había olvidado de ello. El relato le hizo revivir aquellos tantos momentos que no recordaba y se dio una idea más contundente de lo valiosa que era su amistad, su mejor amigo le había ayudado a recuperar los recuerdos.
En los tiempos en que quedaban espacios de tiempo libres para poder platicar, Adrián prefirió ir a hablarle a sus ya olvidadas amigas, olvidándose completamente de Alan, quien se extraño de esa actitud, como si el relato en vez de haber reforzado su amistad, la hubiera distanciado o incluso, causado alguna inconformidad a él, ¿sería que se hubiera dado cuenta de lo que sentía por él?
Adrián lejos de él, riéndose con sus amigas. Alan no tenía otro amigo que no fuera Adrián y si lo tenía no le hablaba tanto como e él ni tenía la misma confianza pero no tenía otra opción si no se quería quedar solo en los ratos libres, una opción para hablarle era Noé, pero él era un tanto especial; no hablaba de otra cosa que no fueran carros, pero, cuando le lograbas sacar otro tema de conversación (que, de hecho es muy difícil) te podía dar muy buena charla sobre cualquier tema, pero Alan no quería intentar hacerlo hablar de otra cosa que no fuese la próxima carrera internacional o de motores. Otra opción era hablarle a Tobías pero él era muy serio y a veces muy grosero así que lo descartó en seguida, aunque también pudo hablarle a sus amigas y agregarse a la conversación pero, si lo que quería Adrián era alejarse de él, no era muy buena idea seguir fastidiándole, así que agarró una libreta y comenzó a dibujar garabatos con lápiz y un bicolor.
-No entiendo cómo los de la clase de dibujo pueden hacerlo tan bien, es muy difícil dibujar bien, es casi imposible. - Se dijo para sí mismo. - Bueno, aunque sea puedo intentarlo, de todas maneras no tengo nada mejor que hacer. - Con el lápiz comenzó a dibujar árboles, con el bicolor pintó las horas con azul y el tronco con rojo. Quedó tan surrealista como algunos de dibujo solían dibujar pero a él le quedó feo.
Había algo en los de dibujo que le llamaba mucho la atención: Su capacidad de transmitir sentimientos con sólo una imagen, pero sabía que su expresividad no dependía de qué tan buenos fueran dibujando sino de la manera en lo que hacían, aunque sólo dibujaran rayas que parecían al azar, lograban transmitir una idea, un pensamiento, un sentimiento o una inquietud y eso era algo que no se podía transmitir de otra manera, o por lo menor él no pensaba que se podía hacerlo.
Siguió haciendo dibujitos feos intentando ignorar las voces y risas de Adrián y sus amigas, pero no pudo evadirlas del todo. Le puso la misma atención que siempre le ponía a todas las clases, que, era casi nula. Llegó la clase de matemáticas y él simplemente no pudo hacer la lección del día, sólo pudo hacer media página de las tres, ni siquiera se inmutó en apurarse o intentarlo con más esmero, ya sabía que iba a reprobar ese parcial y, si no lo reprobaba, seguro sería por haber entregado el proyecto que, por pura lástima, la maestra le aceptó aunque estuviera todo mal. Prefirió dejar el libro para hacerlo en casa como siempre, servía que tenía mucho más tiempo y no se preocupaba por terminar antes de que terminase la clase.
 A la hora de la salida, Adrián se acercó a él para acompañarlo hasta casa ya que sus caminos coincidían hasta llegar a una glorieta. Alan se alegró de que no estuviera enojado, o bien, se le había olvidado, o bien nunca se enojó con él. Prefirió la segunda opción para no preocuparse más.
-¿Por qué no me hablaste en todo el día? - Sin querer, el tono de Alan parecía molesto.
-Perdón, pero hace tiempo que no les hablo a mis amigas y quería estar con ellas.
-¿Y por qué no me invitaste a la plática? - lo dijo en un tono más triste que molesto, sutil, para que Adrián no lo notara pero sincero.
-Porque no pensé que querías estar con ellas y además... - Se calló de golpe.
-¿Y...?
-Pues que a veces estamos... Estamos... Mucho tiempo juntos y creo que a veces, es mejor estar un poco separados para ya sabes...
-¿Qué se supone que sé?
-Este... Nada, bueno, es que a veces tú y yo parecemos... Novios.
-¿Y eso es malo o qué? - Alan recobró el tono molesto que pareció ya haber olvidado, pero ahora no se inmutó en ocultarlo, realmente le había ofendido la observación de Adrián.
-No, la verdad es que no tengo nada en contra de eso.
-¿Y entonces?
-Después te platico.
-¿Por qué?
-Porque es muy... Apresurado e incómodo hablar de eso.
-¿Por qué? - Cada frase de Adrián sonaba cada vez más extraña y menos le entendía.
-¡Mira, que rápido llegamos a la glorieta! bueno, adiós. - Se fue siguiendo un camino recto volviéndose unos metros después hacia Alan para despedirlo con la mano.
-¡Si no me quieres decir, simplemente no me digas nada! - Alan giró a la derecha, cruzó la glorieta y volvió a casa.
Cuando llegó a casa se fue a su recamara olvidando que tenía un trabajo de matemáticas pendiente. Comió lo que le sirvió su madre, se lavó los dientes, se miró en el espejo del baño y pensó: ¿Seré lo suficiente para él?
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