Su paciente y él, solos en el quirófano. Era la ultima jugada y donde decidiría si salvarse o dejarse morir. Ahora estaba decidido iba a luchar por su vida e iba a empezar una nueva después de que todo esto terminara.
-Bien... 
Suspiró antes de quitar la primera espina, que más bien, parecía una estaca. El dolor fue insoportable, tuvo que esperar un par de minutos antes de seguir.
-Es hora de acabar con esto de una vez...
Arrancó espina tras espina, sin parar, sus brazos comenzaban a temblar pero aún tenía el pulso suficiente para seguir. Siguó hasta estar a punto de desmayar por el dolor.
-Todo bien, todo bien...
Descansó de nuevo por un par de minutos. Limpió sus materiales y se secó el sudor de la frente, estaba listo para otra ronda.
Quitó cerca de la mitad de las espinas que le quedaban aunque no soportó el dolor y tuvo que volver a retirarse.
El ritmo de sus respiración aumentó de una manera colosal. Su corazón latía como si estuviera corriendo a toda velocidad escapando de una bestia y era así, estaba escapando de la muerte. De nuevo tomó el descanzo pero ahora lo meditó un poco antes de seguir operando. Sacudió sus manos, suspiró, limpio su sudor de nueva cuenta y frotó sus manos.
Ya quedaban tan sólo diez espinas por quitar y en está ocasión dejó muy pocas dentro del cuerpo del paciente, lo malo es que las que dejó eran las más grandes y las que más dolor le causarían al quirarlas.
Ya era la última ronda y Miguel era conciente de ello. Cogió el primer pincho y lo sacó
rapidamente. Sintió un fuerte dolor en el higado y se estremeció del dolor.
rapidamente. Sintió un fuerte dolor en el higado y se estremeció del dolor.
Continuó con la siguiente que estaba clavada en su pulmón derecho. Sintió tanto dolor que no pudo respirar por un par de segundos y le costó trabajo hacerlo después.
La tercera, cuarta y quinta estaban clavadas en su estómago. Las quitó casi a la vez y después de sacarlas sintió la necesidad de vomitar.
La sexta estaba clavada en el costado de su pulmón izquierdo. Volvió a quedarse sin aire.
La septima estaba en el intestino grueso y la octava y novena estaban en el intestino delgado.
Al borde de perder la consiencia miró a la última espina que le quedaba. Esta estaba en el corazón y era enorme como ninguna otra que había sacado antes.
Tiró con todas sus fuerzas y la sacó.
Ahora estaba en un lugar completamente oscuro. Llegó La Muerte y le dijo a Miguel.
-Excelente esfuerzo, no esperaba tanto de ti.
-Gracias. ¿Y qué pasó? ¿Superé el reto?
-No pudiste soportar el dolor de la espina del corazón y ahora te vienes conmigo al infierno.
Muchas veces nos depriminos por cosas que perdemos y amamos, pero ese no es motivo para rendirse ante la vida porque así es, hay momentos buenos y momentos malos, la vida nos pone muchas pruebas y no por fallar o perder a un ser querido nos debemos de rendir y decidir acabar con ella.
La vida es lo más importante que tienes y recuerda que siempre hay algo que tienes que tener en cuenta...
Tu vida está en tus manos.
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